Hoy tenemos el privilegio de contar con Samir Awad, gran experto en movilidad sostenible, Dr. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y que ya nos ha contado en este blog conceptos e ideas estupendas sobre mercancías y logística.
Os dejo directamente con él, hablando de El urbanismo táctico: fallar para acabar acertando. Retomamos y profundizamos este tema relacionado con el binomio «urbanismo y movilidad».
Los que nos dedicamos a la planificación, sea de la disciplina que sea, tenemos una manía: pensar medidas en el corto, medio y largo plazo haciendo varias asunciones que no siempre se cumplen en el urbanismo.
La primera es que las intervenciones necesitan ser de un gran calado y, por tanto caras, para ser efectivas. Nos volcamos, pues, en el largo plazo incluso cuando pensamos en actuaciones puntuales “para ejecutar ya”. La segunda y más grave es que consideramos que no fallaremos en lo que pronosticamos que va a pasar.
Sin embargo, las ciudades son suficientemente complejas como para que a veces fallemos y no podemos permitirnos fallos caros. Pero sí fallos baratos que permitan, a través del paradigma de prueba y error, llegar a soluciones finales que de verdad funcionen como esperamos. Es aquí donde el urbanismo táctico puede sernos de utilidad. No es de extrañar que se le compare con la “acupuntura urbana” o con la “ciudad como laboratorio”. Pero, ¿qué es?
¿Qué es el urbanismo táctico?
En los últimos tiempos estamos siendo testigos del auge de nuevas formas de entender, pensar y transformar nuestras ciudades: prácticas emergentes que comienzan a resquebrajar los límites del urbanismo ortodoxo, planteando alternativas a los tradicionales mecanismos de intervención urbana.
Dentro de esta nueva manera de entender cómo intervenir en los entornos urbanos hay un concepto que está tomando protagonismo en diferentes países y ciudades: el urbanismo táctico, una nueva forma de entender las transformaciones urbanas desde la óptica comunitaria y las intervenciones ágiles, eficientes, de bajo coste y, lo más importante, evaluables y reconfigurables que puede ser modificada por cualquier persona a través de la inteligencia colectiva, generando aproximaciones sucesivas hasta alcanzar la versión definitiva.
Por eso, me gusta mucho el nombre que suele darle mi amigo Jon Aguirre, arquitecto de Paisaje Transversal: un “urbanismo en beta permanente”. Una beta es una primera versión completa de un producto, que es posible que sea inestable pero útil para que sea considerada como una versión a probar. Una beta permanente va más allá y no expresa solo una falta de maduración, sino un inconformismo en búsqueda de la solución óptima. Pero, mientras llega, permite avanzar. Y, sobre todo, ese avance se produce sin condenar grandes inversiones que dificultan resolver los problemas que surjan con posterioridad a la ejecución de las obras.
Hasta la fecha, las transformaciones urbanas han estado vinculadas a gestiones costosas e inversiones económicas elevadas, que equivalen a largos procesos de desarrollo de las intervenciones o a dificultades para ponerlas en marcha. Frente a esta realidad, que debilita la implicación ciudadana, en el urbanismo táctico se propone diseñar actuaciones parciales con visión integral que, implicando a la ciudadanía en el diseño urbano, supongan menor gasto y mayor efectividad.
Las sucesivas aproximaciones a la intervención óptima y la generación de dispositivos con los que los ciudadanos puedan interactuar, comprobando si se ajustan a sus necesidades y expectativas permiten extraer conclusiones con el objetivo de adaptar y mejorar las intervenciones posteriores, planteando las transformaciones urbanas como procesos más continuos que discretos.
¿Urbanismo táctico = urbanismo sin planificar?
Nada más lejos de la realidad. Aunque es cierto que los ayuntamientos que se suman a la ola del urbanismo táctico lo entienden como una cuestión menor, útil para intervenir en espacios pequeños sin incidencia en el conjunto de la ciudad, no es para nada eso. Así, es necesario superar la consideración como una de las patas city marketing que hace que se confunda el medio con el fin. Así, los planificadores debemos romper con la idea de la intervención de estética contemporánea, mero parche de los problemas surbanos, para avanzar hacia un urbanismo que haga de la táctica estrategia.
Para ello, antes de intervenir es necesario definir estrategias integrales a medio-largo en las que incorporar este tipo de actuaciones (evitando caer en lo anecdótico o, lo que es peor, que sean intervenciones contraproducentes con el objetivo que persiguen. Además la idea de la “beta permanente” que citaba antes exige gestionar eficazmente la evaluación, monitorización y el seguimiento de las intervenciones, de modo que se puedan incorporar en la estrategia global de manera eficiente.
Ejemplos de urbanismo táctico
Nada mejor que algunos ejemplos para terminar:
Plan Chamberí Zona 30, Madrid (Eapaña)
Transformación de Times Square, New York (EEUU)
Saint Catherine Street, Montreal (Canadá)
Regeneración urbana del Downtown, Denver (EEUU)
Intervenciones de mejora de la seguridad vial en Medellín (Colombia)
A veces, con miedo a tocar el espacio del coche… Intervención durante Bike to Work 2019, Beirut (Líbano)
Y, a veces, intervenciones que acaban en una obra definitiva, como la ampliación de aceras de Gran Vía de Madrid (España) tras probar diferentes configuraciones durante tres navidades
Y tú, ¿conoces más intervenciones de urbanismo táctico que hayan ido más allá de la mera anécdota? Compártela con nosotros 😉