Este pasado fin de semana se celebró en Barcelona, una de las ciudades con mayor compromiso con el uso de la bicicleta, el Día sin Coches. La ciudad cerró al tráfico casi 10 kilómetros de asfalto en una docena de calles de la ciudad, y se programaron más de 100 actividades artísticas y lúdicas, como música en directo, espectáculos de danza, etc. Cada distrito eligió un tramo para interrumpir la circulación, mientras que el Ayuntamiento seleccionó la Diagonal, una gran arteria simbólica de Barcelona. El Día sin Coches culminaba además la Semana de la Movilidad, iniciada el sábado anterior precisamente con una bicicletada.
El corte de circulación finalmente se programó en fin de semana y no un día laborable como inicialmente pretendía la alcaldesa, Ada Colau. Esta decisión permitió que las familias participaran al completo en las actividades del Día sin Coche, del que el Ayuntamiento destacaba precisamente el alto valor pedagógico. Y ahí es donde precisamente llega la sorpresa. Si nos fijamos en la noticia sobre esta actividad en uno de los principales periódicos de Barcelona, La Vanguardia, aparece una encuesta a la derecha:
El 85% de las más de 4,000 personas que participaron en la encuesta considera que este tipo de actividad no vale para nada. Y es un dato bastante notorio, y muy a tener en cuenta puesto que precisamente el valor de este tipo de actividades es fundamentalmente pedagógico. ¿Por qué tienen una percepción tan negativa del Día sin Coches? ¿Qué está fallando? ¿Sirven para concienciar este tipo de actividades? ¿Son útiles? ¿La respuesta se debe precisamente al cabreo por no poder usar el coche?