Hace un mes que se inauguró el Metro de Málaga, y tras 600 millones de inversión y varios años de obras parece que el número de viajeros diarios rondará los 10.000, reduciendo alrededor del 3% el tráfico de la ciudad. Se calcula que la tarifa técnica es de 4,2 euros, siendo el billete más caro de 1,35 euros, lo que arrojará un déficit anual de unos 45 millones de euros para las arcas, ya muy esquilmadas, de Junta y Ayuntamiento. La pregunta naturalmente es cuánto se rentabilizará esta inversión y los costes de mantenimiento y qué beneficio social retornará a la ciudad, que por ende además ha sufrido las molestias de años de obras muy invasivas. Y en este sentido hay muchos argumentos, pero encontramos pocos números.
Es evidente que hay un beneficio para la ciudad, pero no se ha determinado hasta el momento con precisión. Y es claro también que con esos 600 millones se podría haber mejorado, por ejemplo, sensiblemente el carril bici, creado un sistema de bici pública más que ambicioso, un carril bici recorriendo toda la costa, el cercanías a Marbella, mejorar el servicio de autobús o simplemente nada, que no reportaría ningún beneficio social pero tampoco ningún coste financiero. ¿Era la mejor decisión un Metro? O simplemente, ¿es una buena decisión?
No es fácil saberlo sin hacer un estudio preciso. La UE, por ejemplo, tiene un protocolo para la construcción de infraestructuras de transporte que exige que el proyecto tenga al menos un 6% de TIR, documentado. En España sin embargo este tipo de decisiones normalmente se basan en la opinión de los expertos de la Administración, y no en un estudio y análisis preciso y pormenorizado de sus costes y beneficios, no solo financieros sino también sociales. En el caso del Metro de Málaga, por ejemplo, no conocemos la TIR de la inversión, los numerosos estudios e informes en los que se basa la decisión no abordan una valoración cuantitativa exhaustiva del proyecto, o si la abordan no se han hecho públicos.
Esto deja en el terreno de la especulación todas las argumentaciones, a favor y en contra, de los beneficios o la conveniencia de este tipo de proyectos. ¿Es rentable (no solo en términos puramente financieros) el Metro de Málaga? Es decir, ¿devuelve a la sociedad el dinero que se ha gastado en este proyecto? Pues está claro que va a generar grandes beneficios para la ciudad, pero de momento no se ha afrontado un estudio preciso de cuánto exactamente, o si por encima o por debajo de sus costes puramente financieros. Con lo que detractores y promotores no solo no se ponen de acuerdo en la conveniencia del proyecto, sino que probablemente no lo harán jamás sin esos números. Y el ciudadano se acaba decantando por unos u otros más por intuición, simpatía o afinidad que otra cosa.
Y además, mientras tanto, otras infraestructuras, demostradamente rentables y de una inversión mucho más reducida, como la bicicleta pública, reciben mucho menos presupuesto; menos de 5 millones en el caso de MalagaBici, por ejemplo. ¿Es más rentable invertir en el Metro que en otro tipo de medio de transporte en una ciudad como Málaga? ¿Es más beneficioso para la ciudad?
Pues de nuevo no es fácil saberlo, sin hacer los números con precisión. Y, ahora que el dinero público y la complacencia y el humor de los contribuyentes escasean, quizás sea importante que estos proyectos lleven desde el principio los números ya hechos, para que el debate sobre sus beneficios no sea especulativo y el ciudadano pueda tener bien claro si un determinado gasto, ingente o no, va a tener un retorno social y un beneficio para su entorno acorde a la inversión.
En definitiva, a la hora de afrontar un proyecto tan ambicioso y tan costoso para el ciudadano, lo mejor es hacer los números y discutir sobre ellos, porque, como decía Thoreau, las matemáticas no mienten, lo que hay son muchos matemáticos mentirosos. ¿Qué beneficios, directos e indirectos, se espera que ofrezca el Metro de Málaga? Esa debería ser la única clave y el único argumento en este debate, ¿no?
