Que el uso de la bicicleta tiene enormes beneficios medioambientales y sociales no es nada nuevo, ni que vaya a sorprender a nadie. Pero que sea un gran negocio y un gran motor económico y de generación de empleo ya es otra cosa porque, curiosamente, la sensación general suele ser que mejorar el medioambiente y ganar dinero van en direcciones opuestas. Pero nada más lejos de la realidad. Según el último informe de la ECF (European Cyclists’ Federation) la economía de la bicicleta emplea más de 665,000 personas en Europa. Más que la industria del calzado (388,000 empleos) , el sector del acero (410,000 empleos) o en USA las gigantescas Ford, General Motors y Chrysler juntas (510,000 empleos). En Europa la bicicleta genera unos beneficios económicos anuales de 205 billones de euros (unas 200 veces el PIB español). Se calcula que el benefit to cost ration (BCR) de los proyectos destinados a fomentar el ciclismo está alrededor de 13 de media, es decir, cada euro público invertido en el sector de la bicicleta reporta 13 euros de beneficios económicos a la sociedad. Las bicicletas ahorran al año unos 120 billones de euros en costes sanitarios. Aumentan en 44 billones los ingresos del Turismo. Y la industria de la bicicleta genera directamente 18 billones de euros anuales de beneficio. La OMS estima que promocionar el uso de la bicicleta en las principales ciudades europeas generaría 76,000 puestos de trabajo y ahorraría unas 10,000 muertes al año. Hay que tener en cuenta que en Europa la contaminación atmosférica produce al año 500,000 fallecimientos y los accidentes de tráfico 90,000 más. Solo en las principales ciudades de España, la OMS estima que se generarían 3,700 puestos de trabajo y se evitarían unas 200 muertes. Y en cuanto al ahorro personal, en Estados Unidos, donde el precio de la gasolina es más bajo, dejar de utilizar el coche para usar la bicicleta puede significar un ahorro de entre 2,000 y 9,000 euros al año, que se revierten al consumo. Es decir, hay mucho dinero en juego, tanto en beneficios privados como públicos, y unos y otros crecen sinérgicamente.
Esto ha provocado que en la mayoría de los países europeos ya se vendan más bicicletas que coches, en una proporción de casi dos bicicletas por coche. Y la progresión es que esta diferencia siga creciendo a favor de la bicicleta. En Málaga, por ejemplo, el tráfico ha caído un 24% desde 2008 y la bicicleta se usa 4 veces más, pasando de un 0.4% de los desplazamientos en 2008 a un 1.7% en 2014. Si comparamos este dato con el 7.4% de media en Europa, o el 26% de la gélida Copenhague, no es difícil entender que en España todavía hay muchísimo margen de crecimiento para la industria de la bicicleta. Y mucho más en Andalucía donde además se proyectan una Ley de Movilidad Sostenible y una Ley de Fiscalidad Ecológica, que todo apunta a que recogerán beneficios fiscales para favorecer el uso de la bicicleta, haciendo el sector aún más jugoso económicamente.
En España el sector de la bicicleta factura más de 1,000 millones de euros al año, genera 14,000 empleos directos, entre empresas fabricantes y distribuidoras, y dispone de unas 3,000 tiendas especializadas que vendieron en 2013 algo más de un millón de bicicletas (en ese mismo año se vendieron 722,703 coches en España), aunque no llegaron a 400,000 las producidas aquí en España (el 36% del total). Las ventas, además, crecen a un ritmo sostenido de un 10% anual, a pesar de la crisis.
Es decir, la bicicleta no solo es un modo sostenible y ecológico de transporte, es también un negocio en pleno (y acelerado) crecimiento, con perspectivas además de seguir creciendo a un gran ritmo los próximos años. Un gran negocio emergente, en definitiva, que además va a gozar de ventajas fiscales en los próximos años. Y, ya saben, en un negocio en plena expansión los primeros serán los primeros, en hacerse ricos. Y los últimos serán los primeros, en hacerse pobres.