Hace ya unas décadas que vengo diciendo: el candidato que se comprometa a resolver el problema del taxi en el aeropuerto de Sevilla, tendrá mi voto para alcalde. No tengo vehículo propio, así que soy usuario más que ocasional del taxi.
Pero es que incluso cuando tenía, me he mantenido fiel a este transporte público (carácter que con frecuencia tendemos a olvidar u omitir) que, en ocasiones, ofrece un servicio que no puede ser cubierto por el transporte colectivo (bus, tranvía o metro).
Para mí, el taxi, o servicio equivalente, me da muchas satisfacciones o ventajas frente al coche: no tengo que aparcar y puedo beber una cervecitas. También cuando llego a una ciudad para hacer un proyecto en ella de movilidad, siempre busco alguno amable que “me la enseña” y que atiende mis usuales preguntas: donde está creciendo, donde están los principales equipamientos, cual es la vía principal….para mi son “asesores”.
Pero también, lo cierto es que podría aburriros con una interminable retahíla de anécdotas sobre intentos de fraude o timo a los que he sido sometido en esta ciudad y que seguramente hayan sido consecuencia del acento madrileño que aún conservo a pesar de los más de 30 años de vida que ya acumulo en la capital hispalense.
Y es que, pese a que posiblemente los taxistas responsables de malas praxis no supongan más de un 10% del total, hay que recordar la importante repercusión negativa y daño que estas prácticas producen no solo a la credibilidad y confianza sobre el servicio que prestan o al gremio al que representan, sino a la imagen de una ciudad que vive por y para un sector turístico que supone casi el único músculo generador de empleo que queda en pie tras las cenizas de la crisis.
Este panorama, sumado a las noticias sobre peleas entre conductores de taxis y cabify o la reciente quema “casual” de vehículos pertenecientes a Cabify, empresa de servicio de coche con conductor, cuando venían a reforzar el servicio en la Feria de abril de Sevilla, y a la jornada de huelga del pasado día 30 de mayo nos han animado a escribir el presente artículo.
Lo suscribo con Cinta Romero que ha reflexionado mucho sobre este tema y con Raquel Pérez Laínez que empieza ser una asidua de nuestro blog.
Cómo los móviles están cambiando nuestra movilidad
El avance en las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), así como, la mayor conectividad de todo el entorno urbano, está provocando un profundo impacto y cambio de paradigma en lo que respecta a la movilidad urbana.
En este sentido nos encontramos con plataformas digitales que permiten desde alquilar vehículos por minutos (Emov, Car2go o Muving) u horas (Bluemove, Respiro), entre particulares (SocialCar, Drivy), reservar taxis (MyTaxi), contactar con conductores con asientos libres para compartir gastos en trayectos de media-larga distancia (Amovens o Blablacar, de la cual ya hablamos en el artículo “Blablacar, una revolución positiva o negativa de la movilidad” e incluso la posibilidad de acceder a servicios de alquiler de vehículos con conductor, como Uber y Cabify, empresas sobre cuya actividad nos disponemos a profundizar en las siguientes líneas.
Uber y Cabify son plataformas tecnológicas que permiten poner en contacto a pasajeros con conductores profesionales con autorización habilitante para el arrendamiento de vehículos con conductor (licencia VTC), que sin embargo no actúan como un operador de servicios de transporte (esto último está pendiente de la sentencia que dicte el Tribunal de Justicia de la Unión Europea a la demanda interpuesta por una asociación del Taxi de Barcelona) pues a diferencia del taxi, tienen prohibido la captación de clientes en la vía pública.
Estas compañías basan la prestación de sus servicios en la gestión de datos geolocalizados, los cuales, permiten conocer y acumular de manera casi inmediata información sobre variables relacionadas con el viaje y el usuario que lo realiza:
- ¿Quién necesita moverse?
- ¿Cuándo? Periodos horarios, estacionalidad, tiempos de desplazamientos, etc.
- ¿Cuántas veces se realizan estos desplazamientos? Volúmenes de viajes.
- ¿Cuál es el origen y el destino de los viajes?
- ¿Cuánto cuestan esos desplazamientos? Precios, sistema tarifario y valor del tiempo.
Mediante el empleo de algoritmos de aprendizaje automático, los datos procesados se analizan en tiempo real para determinar al conductor más cercano, la ruta óptima, la tarifa exacta ofertada, los usuarios que pueden compartir viajes “carpooling”, la evaluación posterior de los conductores o crear mapas con los viajes realizados por los vehículos.
Este último punto es de especial interés pues arroja la información necesaria sobre la demanda actual y permite calcular la futura mediante modelos de demanda (generación y atracción, distribución y reparto modal), así como determinar los niveles de utilización de la oferta de transporte (red viaria y red de transporte colectivo) mediante modelos de asignación.
Estos avances en inteligencia artificial, suponen una nueva y excepcional ventana de conocimiento abierta para una mejor optimización y asignación eficiente de los recursos, a la que ya se han sumado investigadores del MIT, que han desarrollado un algoritmo que emplea la Programación Lineal en Enteros (PLE) para asignar en tiempo real vehículos en función de las peticiones de usuarios entrantes.
De esta forma, se optimizaría la capacidad de los vehículos, al permitir recoger y dejar personas durante un servicio en curso, se reduciría la congestión y la contaminación y se haría una gestión eficiente de la flotas, trasladando a las áreas de mayor demanda los coches sin asignación . Ejemplos, estos de las potencialidades del Big Data aplicado a la movilidad
No obstante, la utilización de algoritmos no ha estado exenta de polémica. Por ejemplo, el empleo de una tarifa dinámica, “surge princing” (que actualiza y fija los precios de los viajes en función de la demanda y oferta existentes en un determinado momento y lugar), ha generado no pocas críticas y descontento por parte de la opinión pública y de los mismos usuarios, sobre todo en casos de emergencia, en los que en los precios han llegado a cuadruplicarse y que ha derivado a que ayuntamientos como los de Sídney o Nueva York hayan obligado a imponer a Uber límites a la tarifa en situaciones declaradas de emergencia.
Por otra parte, el sistema de evaluación basada en la tasa de aceptación y calificaciones vertidas por los pasajeros a los conductores, genera cierta sensación de vulnerabilidad entre los segundos, puesto que un descenso de un 2% en la calificación puede provocar la eliminación de sus perfiles de la plataforma.
Aunque ambas empresas apoyan su actividad en la utilización de algoritmos basados en variables como el tiempo, la distancia, la ruta óptima, la congestión o la demanda, existen algunas diferencias entre sus modelos de negocio y operación.
¿Qué han hecho los taxis ante esta revolución en las ciudades?
Desde nuestro punto de vista, menos de lo que deberían teniendo todas las oportunidades a su alcance y con mucho menos esfuerzo.
Es decir, nos resulta cuanto menos curioso que el sector del taxi no haya evolucionado demasiado en los últimos… ¿cuántos? ¿30 años? Ni siquiera ante la amenaza de la liberalización del transporte de estas características.
Y eso que cuentan con una posición dominante en el sector desde la que anticiparse a los posibles competidores, desarrollando una estrategia siempre ganadora.
Sin embargo, han optado por lo que nos parece la opción menos adecuada de todas: seguir estancados y luchado por mantener un sistema obsoleto y pasado de moda.
Los usuarios ya no sólo demandamos servicios, demandamos servicio y experiencia. Y creo que aquí, Cabify y Uber ganan por goleada: radio a bordo a elegir, te recogen donde lo necesites sin coste adicional (bajada de bandera), una botellita de agua, wifi, pago automatizado en la App así como factura mensual (aún cuesta encontrar un taxi que te cobre con tarjeta, y que te haga un recibo… ni os contamos! Son un rara avis), prensa, y en muchos casos buena conversación.
Por tanto, ¿quién es realmente el rival del taxi, las empresas como Uber y Cabify, o ellos mismos? ¿Cuál es el problema del taxi, las empresas como Uber y Cabify, o un coste inflado de las licencias? ¿Puede ser que el objetivo de esta lucha no sea el acertado?
Llegados a este punto, hay que estar ciego para no ver que la liberación del mercado es inevitable. Entonces, ¿por qué no centrar los esfuerzos en mejorar?
Y aquí terminamos este primer artículo y abrimos el debate. Te animo a que participes en ella.